Me encontraba tumbado en el sofá de mi casa, en la playa, con el ordenador portátil en mi regazo y un documento Word abierto, rodeado de un silencio nervioso que solo se veía roto por el continuo tecleo de mis dedos en el ordenador. ¿Por qué siempre mi inspiración para escribir tenía como pésima musa a la tristeza? , eso era algo que odiaba, pero… sea cual sea la musa, esta es un regalo divino y hay que saber apreciarlo.

Estaba en esa situación por culpa de un presagio, algo me decía que lo que estaba a punto de pasar tendría una repercusión caótica en mi, por lo que decidí aprovechar ese sentimiento y escribir algunas líneas, ya que la divinidad había decidido venir, que menos que ofrecerle un asiento junto a mí de cara a la pantalla del ordenador. Sin darme cuenta la noche ya había caído, pero aún no era la hora de cenar. Es curioso lo concentrado que estaba en la blanca hoja del papel digital del ordenador, que no me había percatado de cómo el negro había ido tiñendo el cielo azul de mi entorno, hasta que la canción “supermassive black hole” que tenía como señal de llamada en el móvil, me trajo de vuelta a la realidad. En la pantallita del móvil se podía leer su nombre claramente sobre un fondo en tonos blancos y negros de una imagen de un guitarrista.

– Hola, ¿que hay?

– Nada, ¿es que no te puedo llamar para hablar porque si?

– Espera un momento.

No sabía por qué, pero este era el punto donde el presagio iba a tomar forma, así que salí de mi casa para evitar posibles distracciones y me encamine hacia la playa, allí podría estar solo.

-Ya estoy disponible.

– Bueno… es que quiero hablar contigo… ¿Te pasa algo?

– ¿A mí? No ¿Por qué?

– Bueno… es que últimamente te noto algo extraño y solo quería asegurarme.

Y en este otro punto es donde decidí ahorrarme toda la parafernalia y ver cuanto antes que era lo que me había estado obligando toda la tarde a estar escribiendo en el ordenador.

-Pues ahora que lo dices, tengo varios problemas… ¿De verdad me quieres?

– ¿Pero cómo puedes decir eso?, soy yo la que debería hacerte esa pregunta, porque viendo tu actitud últimamente cualquiera podría decir que tienes por allí a otra chica, ¿qué pasa? ¿Ahora eres marinero? ¿Tienes a una novia distinta en cada puerto?

Esto me dio una gran información sobre dos cosas, la primera era que esta conversación, tomase el camino que tomase, no acabaría en Roma, sino en el purgatorio, porque allí es donde iban a ir a parar mis pedazos cuando ella colgase el teléfono, y la segunda era que para ser capaz de haberme hecho esa pregunta, ella debía de saber de mi, por lo visto, menos aún de lo que yo pensaba.

Y es que el caso era el siguiente, ¿Nunca os ha pasado que cuanto más os interesais por alguien menos interés tiene esa persona por vosotros, y viceversa? Pues ella había estado perdiendo el interés por mi últimamente por lo que había decidido convertirme en un científico y comprobar si esa teoría era cierta, comencé a parecer menos interesado por ella cada vez, lo que no había tenido en cuenta era que yo sí que la quería con tanta intensidad que más que un castigo para ella parecía un castigo para mi, porque me estaba costando horrores guardar las ganas que tenía a cada instante de llamarla para decirle lo mucho que la ama, aunque era algo estúpido, porque seguro que eso poco le iba a importar. Por lo visto el experimento había empezado a esfervecer y estaba a punto de estallarme en la cara.

Tras un rato de explicaciones inútiles sobre mis teorías, con las que intentaba deshacer el entuerto, ya que en ese momento solo me importaba solucionarlo todo, ¡A la porra mi estúpida indagación científica en el mundo de los sentimientos!, solo quería que supiera que todo había sido un patoso intento de hacerme el duro y que lo único realmente importante era que yo la quería y que no había más sustancia en la probeta de ensayo que esa. Pero al parecer… ella tenía sus intenciones bien claras, y todo lo demás eran telas de trapo.

-Lo siento, pero… quiero terminar esta relación…

Esas palabras excavaron en lo más hondo de mi pecho y removieron todo el interior hasta dejar un batiburrillo de compungidos sentimientos. ¿Qué debía responder? “No yo no quiero que esto acabe” ¿Acaso eso cambiaría algo sus sentimientos hacia mí? Solo fui capaz de articular dos palabras.

-¿Por qué?

– Porque esto no es amor, tú no me quieres.

No recuerdo qué fue exactamente lo que respondí, pero eso la altero bastante.

-Por que si, por que eres como un niño chico, eres un inmaduro, eres un egoísta, solo piensas en ti, ¿Qué pasa? ¿que quieres estar conmigo por estar con alguien?¿que después de cuatro años sin sentir el amor hacia otra persona ya te has cansado de eso y me has cogido a mí para ello, a la primera que has encontrado? Yo… yo ya no te quiero… ya no me haces feliz, lo siento…

La verdad es que no le podía quitar razón alguna a nada de lo que había dicho, ella tenía razón en todo, yo era un inmaduro, era un inmaduro cuando estaba con ella, porque lo perdía todo, perdía mi orgullo, perdía mi capacidad para razonar y darme cuenta de las cosas, era como un niño chico, por que cuando me rozaba era vulnerable totalmente, por eso era un inmaduro, porque ella me convertía en un niño pequeño, aunque según tenía entendido… sentirse niño otra vez gracias a alguien era síntoma de estar enamorado, pero por lo visto también estaba equivocado en eso. También tenía razón en que yo era un egoísta… sí, lo era, por que solo pensaba en mi propia felicidad, solo me interesaba ser feliz, el único problema es que eso me era imposible si no conseguía antes que ella fuese feliz, necesitaba que ella fuese feliz para poderlo ser yo también, solo me importaba eso en el fondo… su felicidad. Pero a lo que no le iba a dar crédito era a su insinuación de que la había tomado como a la primera que me había encontrado por ahí… Precisamente si me hubiese conocido bien sabría que para mí no vale cualquiera, que si no he vuelto a estar con alguien en cuatro años ha sido por algo, ha sido porque nadie ha sabido llenar el hueco que siempre he tenido dentro de mí que esperaba ser completado por alguien, ella precisamente vino a ser la pieza que encajaba, la única que había sabido dar el color adecuado al puzle de mi vida, pero por lo visto… ella no podía ver eso… solo pensaba que me había aburrido de estar solo… es muy triste darse cuenta de que tus sentimientos y tus acciones no son comprendidos por la persona que les da vida y hace que el movimiento de tu mundo gire para obedecer sus caprichos.

Todos esos pensamientos se atropellaban unos detrás de otros en mi mente deseando salir todos a la vez, es por eso que quizás todos mis intentos de expresarle todo aquello fueron nulos, la cosa estaba zanjada.

Volví a mi casa con la cara descompuesta y un color blanco cal en la piel, que no tenía para nada pinta de ser algo sano, tanto se me debió de notar eso, que cuando entre por la puerta de casa y encontré a mi familia que había comenzado a cenar sin mí, probablemente hartos de estar esperando a que llegara, cambiaron la reprimenda propia de la situación, por un silencio sepulcral totalmente acorde con mi estado de ánimo actual… el de un muerto en vida. Me senté en la silla que había reservada para mí en la cena y miré con desaliento la pechuga de pollo que había en mi plato, corté un trozo minúsculo de la pieza y me lo llevé a la boca… estaba frío pero esa no importaba, no tenía hambre ninguna… estaba muerto… ¿Por qué iba a necesitar comer algo? Me levanté de la mesa al instante y sin dar explicaciones subí las escaleras arrastrando los pies hasta mi habitación, nadie me reprocho nada… todos estaban de luto.

Me dejé caer en la cama de forma que mi cara estaba orientada hacia la ventana abierta, desde donde se podía ver claramente el estrellado cielo, era una pena que fuese incapaz de ver la bonita estampa, porque realmente estaba mirando al vacío… el cual ocupó mi labor esa noche… una noche eterna mirando solo el vacío.