Casi sin darme cuenta el verano había terminado y con el fin de este algo nuevo pareció comenzar en mí, aún seguía deprimido y con las fuerzas justas como para abrir los ojos cada mañana pero algo faltaba, ya no tenía el dolor de saber que ella no me quería, por lo visto lo había sufrido tanto que esa quemadura en mi pecho ya no me abrasaba, porque ya solo quemaba sobre una ennegrecida piel carbonizada cansada de arder. Ahora en su lugar había un revestimiento de melancolía, la felicidad de estar triste, ya era capaz de mirar su foto y sonreír al recordar que en algún momento el motivo de nuestra felicidad éramos el uno del otro, sonreía al saber que ella ahora mismo seguramente sería feliz, aun seguía interesado por su dicha, si ella lo era ¿por qué iba a tener que estar yo triste? Pero no podía evitar torcer alguna vez que otra la sonrisa al pensar que ya no volvería a pasar las tardes muertas con ella en la amplia cama de mi piso, que dejaríamos pasar las horas solamente queriéndonos bajo la suave luz que filtraba mi ventana cada atardecer, que los eternos paseos por la ciudad no se iban a repetir, que ya nunca mas volvería a sentir la ansiedad de de controlar el tiempo para adelantar la mañana siguiente y volver a verla cuanto antes cada vez que la despedía en el autobús que la llevaba a su casa, tampoco volvería a sentir que el tiempo se detenía cada vez que sus ojos me enganchaban para decir una y otra vez “te quiero”, ni volvería a saber lo que era de verdad querer a una persona simplemente por darte cuenta de que el sentido de tu vida lo ponía ella, simplemente… no volvería, millones de cosas no volverían.

Una nueva etapa, eso parecía, aunque estaba bastante aturdido, los estragos de volver a la vida tras una defunción eran bastante latentes, casi tanto como mi corazón, que ahora parecía sonar más fuerte, por lo visto había pasado bastante tiempo sobrecogido y atado que necesitaba respirar cuanto antes. En definitiva, me sentida diferente, no necesariamente renovado ni vigoroso pero sí diferente, sobre todo por el hecho de que en mi cabeza ahora había una idea que antes no estaba hay…”vive la vida”, tres palabras que rigieron mi comportamiento durante las semanas siguientes.

Tras el desenfreno tuvo que venir la teoría de la gravedad a poner orden… todo lo que sube… en algún momento baja y la espuma de mi efervescencia estaba empezando a perder fuerza, comencé a tener miedo de volver a caer en el abismo que tenía un cartelito bien claro con el nombre de ella en letra gruesa y negra, así que concentré mis esfuerzos en estabilizar la balanza, no me podía permitir volver a caer, al menos debía esforzarme por la gente que aun me quería, bastante habían sufrido todo este tiempo por la impotencia de verme morir y no poder hacer nada, se lo debía.

Sin saber cómo, una mañana, un “click” en mi cabeza puso orden a todo, ya no sentía ningún dolor al recordarla, solo una sonrisa, una sonrisa que hacía tiempo no visitaba mi cara, y una frase que escuche hace muchísimo tiempo y que por fin pude comprender… “no llores porque terminó, sonríe porque sucedió”, y qué verdad mas cierta, ¿ por qué tenía que llorar? ¿Acaso no era motivo suficiente para, cuando menos, sonreír el hecho de haber probado lo que era la auténtica felicidad que no haberla conocido nunca? No… definitivamente no debía estar mal, porque aunque fuese por un breve periodo de tiempo pude saber lo que era acariciar el cielo con la punta de los dedos, respirar con tranquilidad al estar tumbado en una nube, sentir en mi piel la calidez amarilla del sol, columpiarme en la luna, dormir acunado por ella, volar entre las estrellas, dibujar la aurora, vivir en mi propia piel el roce con lo divino… ella había sido mi cielo, por un corto tiempo, aunque para mi… el tiempo solo era un punto de referencia para marcar las cosas cuando suceden, lo que realmente me cuenta es la capacidad que tiene ese punto para continuar en tu recuerdo toda la vida.

Aunque aparentemente casi todo volvió a la normalidad, me di cuenta de que algo aún seguía fallando, algo me faltaba… ¡claro! El hueco que dejó aún seguía allí, vacío, negro e incordiante. Pronto recordé que esta sensación era la habitual en mí antes de conocerla, había olvidado que antes vagaba por el mundo en busca de una forma de completarlo y que hasta la fecha solo ella lo había conseguido. En fin, tendría que volver a seguir con mi vida anterior, otra vez en busca del narcotico que amedrentaba esa yerma sensación, y apuntar una muesca más en la escopeta de mi vida.

Pasó el tiempo y este trabajo hasta la fecha el día del cumpleaños de aquella chica, no le debía nada salvo un par de lecciones que me hizo aprender y que me sirvieron para afrontar mejor las aflicciones de la vida, pero sentí la necesidad de mostrarle que, aunque últimamente todo hubiese continuado como si nunca nos hubiésemos conocido, en algún momento de mi vida ella fue quien le dio todo el sentido, y quería agradecérselo. Cogí el móvil y marqué su número, segundos después la señal de llamada se cortó y contestó su voz.

-¿Si? Dime.

-Quizás sea una situación extraña pero… ¡felicidades!, sé que no te gusta cumplir años pero creo que una felicitación no hace daño ¿no?- reí.

Ella también rió –No te preocupes, es todo un detalle, muchas gracias.

-Bueno creo que aun puedo conseguir que todo sea un poco más extraño… tengo un regalo para ti.

-¿Enserio? De verdad, no tenias que haberte molestado, no es necesario.

-Ya sé que no, pero he sentido la necesidad- volví a reír – ¿Estás por aquí cerca?

-Si, aun sigo en la facultad.

-¿Te parece bien que nos veamos en 5 minutos en la puerta de mi casa y te lo doy?

-Claro, en 5 minutos te veo.

Acto seguido colgó el teléfono y yo cogí el rectángulo recubierto por papel de regalo que había sobre mi escritorio, salí a la puerta de mi casa y allí la espere.

No tardó mucho en aparecer tras la esquina contigua a mi portal, y cuando lo hizo, el tiempo se detuvo, seguía igual de preciosa que siempre, el que todo hubiese terminado no quería decir que su belleza también, aunque esta vez no tuve casi tiempo de analizar su graciosidad como una buena obra de arte se merece.

-¡Hola!.

-¡Hola!, y felicidades de nuevo- sonreí – bueno pues aquí lo tienes.

Le entregue el paquete, ella lo cogió y justo cuando se disponía a abrirlo con anhelo, la interrumpí.

-¡Espera!, no lo abras aun, prefiero que lo hagas cuando me haya ido.

Un poco extrañada me respondió…

-Está bien, pero me gustaría poder agradecértelo después de verlo, ¿Qué menos?

-Bueno, ya tendrás tiempo. Espero que disfrutes el día, es una ocasión especial- guiñé un ojo- y no podría soportar verte pasarlo mal. Ya nos veremos, ¡cuídate!

Y la despedí con una mirada, ella me devolvió la partida con sus chocolateados ojos que tanto me gustaban.

Entre en casa y me recosté en la cama, situada justo en la gran ventana, a mirar el cielo. Ahora tenía una pequeña duda que nunca iba a poder resolver, aunque para nada eso me iba a quitar el sueño… ahora me sentía bien, pero sí que es cierto, que me hubiese gustado un poco ver la expresión de su linda cara cuando hubiese desgarrado el papel de regalo que envolvía una cajita la cual contenía aquella orquídea blanca…