Con la cabeza apoyada en el cristal del autobús miraba pasar de un lado a otro el paisaje dibujado en la carretera, dos nubes entrelazadas delicadamente eran la única imagen continua en aquel rápido pase de diapositivas, y esa montaña parecía igual que la anterior y probablemente similar a la siguiente. Corrí la cortinilla y cerrando los ojos giré la cabeza sobre el respaldo. Qué bonito fue pensar que aquel autobús me llevaba a la locura y el desenfreno, y que equivocado estuve creyendo eso.

Al bajar en la estación mi querido amigo me esperaba en el andén con los brazos bien abiertos, tanto tiempo sin vernos y ni un rastro de merma en nuestra amistad, toda una proeza en los tiempos que corren.

-“¡Bienvenido fenómeno!, que ganas de que llegases. Ven, vayamos a mi casa a comer algo y a que descanses un poco, que lo que te tengo para este fin de semana no es para nada de este mundo.

Obedientemente lo seguí, y tras la comida quise saber lo máximo posible sobre lo que me tenía preparado. Por lo que me contó no parecía nada fuera de lo normal, conocer gente, visitas a lugares curiosos, discoteca y algo de juerga, algo bastante normal, aunque mi amigo siempre fue muy desmesurado en estos temas, por lo que aún había esperanza de algo inolvidable.

Tras la cena cogimos las chaquetas y salimos a disfrutar un poco de la feria que se había instalado aquellos días en el pueblo. Todo aquello era increíble, había un despliegue de luces impresionante, de todos los colores y formas, bien mezcladas con un montón de sonidos extraños, bocinas y música, sin duda alguna, era una buena escena para que algo sucediese aquella noche. Al girar en una de las barracas llegamos a un paseíllo que tenía como final unas escaleras que se extendían a ambos lados de un pequeño muro y conducían a un segundo nivel. Al seguir la escalera con mi mirada mis ojos se detuvieron en el final de esta y de repente todo mi cuerpo comenzó a estremecerse, había divisado a lo que podría ser la perfecta definición de divino, aquella chica sin duda brillaba con luz propia, podría hasta parecer que el bonito colorido de las millones de bombillas de la feria eran el producto de su luz y belleza. Mi amigo me sacó del estado de shock tirando de mí en dirección a las escaleras y comencé a sentirme eclipsado y tan atraído a aquella chica como un planeta al sol pues poco a poco me iba acercando mas y mas hacia aquella maravillosa luz. Aún más grande fue mi emoción cuando detuvimos el camino justo a su lado, sí, mi amigo la conocía, sí, me iba a dar la oportunidad de conocerla, y… sí, en ese instante no podía dejar de pensar que era imposible que mis sueños se hubiesen materializado justo delante de mí. Aquella chica era increíble, su pelo corto y castaño claro encajaba perfectamente con las curvas de su rostro y este tenía una armonía perfecta con su pequeña naricita, pero no podía evitar dejar a un lado todo aquel despliegue de formas perfectamente armónicas para centrarme en sus grandes ojos color miel, me obnubilaban por completo, los ojos más bellos que jamás vi, obviamente conocía de la existencia de preciosos ojos azules o verdes, pero aquellos estaban hechos para captar a los míos desde cualquier rincón del mundo. La puntilla para darme el remate final ocurrió cuando desplegó su sonrisa, acentuada con unos adorables hoyuelos, para decirme “hola”. Y comenzamos a hablar y conocernos. Aquella noche no dormí pensando en volver a verla cuanto antes.

A la mañana siguiente mi amigo irrumpió en la habitación con gran energía y me informo de que tenía una sorpresa muy especial para mí, así que desayunamos y nos pusimos en marcha. Me condujo hasta una finca un poco retirada del pueblo con un bonito jardín y una piscina como cualquier otra, pero enseguida entendí el motivo de agrado de la sorpresa cuando vi que la persona que salió a recibirnos era mi fantasía de la noche pasada, por lo visto ella había movido ciertos hilos para volver a verme, así que con un “Hay os dejo tortolitos”, mi amigo desapareció y nos dejó solos. Muy amablemente ella me invitó a entrar y yo accedí con mucho gusto. El salón de su casa era agradable y cálido, con un tono amarillo, bastante acogedor, otorgado por la luz. No sentamos en el amplio sofá y comenzó a disculparse por su atrevimiento a la misma vez que se sonrojaba, así que para calmarla le dije que no existía ningún motivo para avergonzarse porque además no había otro lugar en el que desease estar en ese momento, así que me hizo un favor habiéndome invitado allí. Tras aquel palabrerío dimos paso al silencio y las miradas, seríamos capaces de permanecer horas y horas solo sosteniendonos la mirada pues a través de ella conocíamos los sentimientos y pensamientos del otro, era una conexión inexplicable, toda una conversación no verbal tuvo lugar en el sofá de aquella casa, todo un festival de sentimientos focalizados en dos miradas, todo un mundo creado por nosotros, todo… Y con temor a una colisión inminente necesité frenar ese carro desbocado de silenciosas palabras. Labios, piel, deseo, tres palabras que proyecte como aviso a lo que iba a ocurrir para alertarla. Todo se silencio aún más, acortamos distancias y nuestra particular feria lanzó sus fuegos artificiales celebrando nuestro amor, ¿cómo podía ser posible que unos labios supiesen tan bien? Sentí morir por la boca, dejar salir todo mi ser y entregarse al picaresco juego de dos traviesas nubes que aquella chica tenía por labios, sinceramente creí que los besos fueron inspirados e inventados en imagen y semejanza a los que ella fabricaba. El baile siguió su transcurso y de la forma más mortal cerramos nuestra noche amándonos mientras la escena iba cogiendo un fundido en negro para finalizar.

El sol me sorprendió a la mañana siguiente en su cama con una amarga ausencia y una nota en la almohada.

“Podrán pasar tantos años como tiempo lleva existiendo la tierra, que nunca podré olvidar semejante historia como la que inventamos tú y yo, pero mi valor ha decidido equilibrar la balanza siendo opuesto a todo lo que nos quisimos decidiendo esconder de forma rastrera mi secreto… No puedo darte mi corazón porque hace tiempo que dejó de pertenecerme, lo entregue a otra persona… siento mucho comunicarlo en papel, pero haberlo hecho en presencia tuya hubiese manchado algo tan bonito como el mundo que nuestras miradas construyeron. Quizás nunca me lo perdonaré a mi misma, pero no podría vivir tranquila sin haberte amado. Lo siento, siempre te querré”.

Podría haber esperado a que ella volviese a casa para hablar las cosas más calmadamente e intentar retenerla junto a mi, pero decidí respetar su decisión.

Tras leer la carta sentí un pequeño dolor en la garganta, y recordé la historia de la nuez de Adán…

Todo el mundo sabe la historia de Adán y Eva, pero lo que poca gente conoce es que tras la ingestión de la manzana del pecado, Dios decidió dejar constancia de aquella desafortunada elección en Adán atragantándole esta en la garganta y dejándole un pequeño bultito en la misma, que se conoce como la nuez de Adán, y es por eso mismo que los hombres hoy día seguimos dando vigencia de aquel error teniendo una nuez en nuestras gargantas, para recordárnoslo.

Quizás sus besos fueron mi pecado al haberlos tomado, ya que no debí, y por eso ahora me lamentaba por ese pequeño dolor de garganta, aunque creo que al igual que Eva, Ella sería la primera en cargar con la culpa de nuestro pecado sobre su conciencia.